lunes, 21 de febrero de 2011

Historias de vagón


Cuando uno se monta en el metro cualquier cosa puede pasar, y cada vez que me monto pasa algo bizarro, la semana pasada iba vía palo verde, yo andaba pseudo engripado, con una tos seca y extrañamente en el vagón había aire y además estaba súper puyúo, lo que hacia mi cuadro más difícil, porque el aire inspiraba a la tos, haciéndome maltripear a mi y a las demás personas que estaban a mi alrededor. La cosa en la siguiente estación cambió no sé si para bien o si para mal, lo cierto es que se montó un viejo con una peste más salvaje que la mía y desvió toda la atención hacia él, quedando mi tos a un segundo plano, el señor estaba como dopado con tantos antigripales que se había tomado era algo excesivamente grotesco, la camisa la tenía llena de mocos, su tos retumbaba con un fuerte eco en todo el vagón tanto así que nadie dejaba de mirarlo asombrado, todos le abrieron paso y le cedieron una silla. En ese momento todo parecía mejorar hasta que al viejo le pegó la sobredosis de alivet, teragrip, atamel, etc, etc que tenía y comenzó a maldecir quejándose de que lo que tenía era una simple gripe, que estaba enfermo que no entendía por qué lo miraban raro, que qué bolas que tal, que pin…

Lo cierto es que si en algo tenía razón el viejo es en una pregunta que hizo a gritos más de una vez a todos los que estábamos en el vagón: ¿es qué acaso uno no puede tener gripe?, ¿ah?.